jueves, 29 de septiembre de 2016

O.J.: Made in America... El evento televisivo del año.


(A petición de algunos que me lo han comentado, añado este texto avisando que el artículo es un spoiler en toda regla. No lo puse porque no es ficción).

Está siendo, como sabéis, una época tremendamente excitante para los trabajos televisivos. Las series dominan literalmente el panorama audiovisual (huelga decir que el cine ha perdido relevancia por completo), un panorama donde el documental ha sabido encontrar su hueco, especialmente en el formato de serie. Y es que el evento televisivo del año para javistone no ha sido ni la fantástica Stranger Things (de la que no voy a hablar en el blog porque todo el mundo ya ha hablado de ella, el gran Pupilo, de hecho, ya ha escrito sobre su primera temporada y la ha descrito perfectamente, aquí), ni la serie sobre Pablo Escobar, Narcos (sobre la que estamos trabajando y algo publicaremos en breve). Ni siquiera es la descacharrante Preacher. No, el evento del año es por derecho propio OJ: Made in America.

Siguiendo el estilo de la inquietante Making a Murderer, OJ: Made in America es una serie documental en la que se trata, inicialmente, de analizar, a través de una ingente cantidad de material audiovisual, la carrera de uno de los personajes definitivos de la historia reciente de los Estados Unidos. Y digo “inicialmente” porque lo que parece que va a ser un trabajo de investigación sobre la carrera del que fuera el mejor jugador de fútbol americano de la época, acaba siendo un análisis tan esclarecedor como desgarrador del terrible problema racial del país norteamericano, un país realmente digno de estudio, tan excesivo, tan desmesurado, con tanto que ofrecer y a la vez, con tanto a lo que temer. Porque sí, el país autodenominado de la libertad puede llegar a ser, y lo es, sin duda, una sociedad increíblemente enferma.

Orenthal James Simpson nació con unas cualidades innatas para destacar en el deporte. De familia humilde enseguida consiguió la fama como jugador de fútbol americano en la universidad. A partir de ahí su carrera fue meteórica: estrella nacional en la liga, contratos multimillonarios con Herst, tratamiento de estrella… La diferencia con respecto a otras estrellas que trascendían su disciplina deportiva era… su color de piel. Y sin embargo, OJ siempre se desmarcó de las corrientes culturales de los afroamericanos que comenzaron en los 60’s, él simplemente, no se veía como un negro. El documental navega hábilmente entre dos corrientes argumentales que tarde o temprano tendrán que confluir, la vida de la gran estrella negra con los tremendos problemas raciales de Estados Unidos. Gente como Tommie Smith y John Carlos levantando el puño en las Olimpiadas del 68 o Muhammad Ali negándose a ir a la guerra de Vietnam se posicionaron en la lucha racial a pesar del coste que aquello supusiera. Oj no, eso no iba con él. Su estrellato llegó a niveles impensables. No solo había trascendido al deporte, como decía, sino que se había convertido en una verdadera estrella mediática, televisión, cine, publicidad… era el tipo perfecto, todo simpatía, no daba ninguna imagen problemática. Se codeaba con la jet set norteamericana (tremenda la imagen con un joven Donald Trump), que era evidentemente blanca. Era un negro en el mundo blanco, y se comportaba como una estrella. Dejó a su mujer de la juventud y se casó con una bellísima Nicole Brown, una joven de apenas 18 años de la que se enamoró perdidamente. Joven… y blanca, una preciosidad rubia casándose con una estrella… negra. Todo idílico… 

Sin embargo la historia se tuerce, y el documental sabe llevarte de la mano en su extenso metraje (cinco episodios pero de 90 minutos cada uno) mostrándote cómo el éxito puede destrozar incluso a la estrella más grande. OJ comienza a creerse intocable  y cuando ya ha tenido dos hijos con Nicole comienza a desbarrar y a desatender a su familia, la fiesta que no pare. Separaciones temporales y palizas domésticas comienzan a producirse con frecuencia, imaginad a una angelical Nicole en manos de una mole como OJ. Un OJ al que toda América adoraba, para los negros era el modelo a seguir, un triunfador en un mundo de blancos. Para los blancos era el negro modelíco, no daba problemas, era guapo, sano y tenía éxito. Pero la fruta estaba podrida. Una fatídica noche, (Nicole y OJ ya se había separado oficialmente), Nicole y su amante en aquel momento aparecían terroríficamente apaleados y acuchillados en la casa de ella, las imágenes son dantescas, sangre por todas partes y dos cuerpos mutilados. ¿Y OJ? Todas las miradas se giran hacia él y él jura y perjura que no ha sido él, a pesar de las numerosas pruebas que lo incriminan, además de que no tiene ninguna coartada. El show comienza.

La comunidad negra tenía frescos los “incidentes” de Rodney King en el 91, o el asesinato de una niña en una tienda en manos de la dueña, entre otros. Todos se saldaban con sorprendentes sentencias favorables hacia los agresores: La sociedad negra estaba a punto de estallar, y con razón. Tras una historia de esclavitud, KKK y todo tipo de vejaciones… daba un paso adelante y comenzaba a sentir que la justicia racial no llegaba a los albores del siglo XXI. Y su adhesión al caso Simpson no se hizo esperar. Aquello se convirtió en EL circo definitivo. Simpson, millonario, contrató a los más afamados abogados, e hicieron de un caso de asesinato más que evidente, un debate nacional sobre el racismo, precisamente OJ que nunca sintió siquiera ser negro. Dios… el episodio 4 es una jodida obra maestra, en una hora y media consiguen mostrar lo peor de la sociedad norteamericana. Una defensa sin escrúpulos, un juez impasible, un juicio convertido en asunto mediático, un juicio… televisado!!!!..porque la gente demandaba basura y más basura de los medios, y estos se la daban. Pero sobre todo, una comunidad, la afroamericana, volcada en apoyo a OJ. Nadie se acordaba del crimen, nadie se acordaba de Nicole y mucho menos de Ronald Goldman. Aquello se trataba de anular cualquier evidencia de lo que a primera vista parecía evidente, OJ había asesinado salvajemente a su ex mujer y a su amante. La presión era brutal, algo nunca visto hasta entonces. La CNN parecía un canal temático. 

El juicio es bochornoso: La actitud altiva de OJ; la defensa, brillante pero manipuladora hasta el extremo; la acusación, torpe e incrédula; el estúpido policía que descubrió un guante ensangrentado y que se vino abajo porque hacía años había hecho comentarios racistas (el momento en que pudo responder a “¿ha alterado alguna prueba?” con un simple no y casi dar por concluido el caso… y se acogió a la quinta enmieda… es tremendo); el jurado, que el equipo del documental consigue hábilmente que queden ellos mismos en evidencia; los testigos… Y tras ocho intensos meses sucedió lo inevitable: OJ fue declarado no culpable tras una deliberación de… 3 horas!!! Las reacciones no se hicieron esperar, la comunidad negra sentía que por fin habían triunfado, la escena en que un tipo en mitad de la calle se mofa nerviosamente de los blancos… es sobrecogedora. Lo jodido de la historia es que se hacía “justicia compensatoria”, por llamarlo de alguna forma… a través de una injusticia más que evidente. Y los miembros del jurado que son entrevistados en el documental recientemente… lo confirman! ¿Qué tipo de sistema de justicia funciona así? Obviamente uno enfermo. 

Los familiares de Nicole y de Ronald, sin dar crédito a lo que habían visto, completamente destrozados, deciden ir a la corte suprema, via judicial, que no penal, por lo que no podía ir ya a la cárcel. Mientras OJ creía que volvería a su vida de opulencia, y no. Por mucho que la comunidad negra creyera que debía ser libre, en el ambiente la sensación era clara: El otrora atractivo OJ… en realidad era un asesino.

El nuevo juicio es el polo opuesto al anterior. Rápido, sin prensa de por medio y mucho más profesional. El jurado llega a la conclusión contraria: Con todos los votos a favor determinan que OJ efectivamente es el culpable del crimen. Él, a pesar de todo, jura y perjura que no fue él. ¿La pena? Ni más ni menos que 32 millones de dólares, algo que ni él mismo sería capaz de pagar, sobre todo tras el costoso primer juicio. La cuesta abajo se vislumbra ya para OJ. Las imágenes en las que OJ tiene que abandonar su famosa mansión y le pide a un amigo que le grabe bajando la bandera americana para que parezca que está siendo grabado por un extraño y venderlas a cualquier tv por cientos de miles de dólares es esclarecedora del tipo de persona que es OJ: mentiroso, sin escrúpulos, manipulador… pero sobre todo un jodido gran actor. 

OJ reparte además muchas de sus pertenencias entre sus amigos, que ejercen más de parásitos que de amistades leales. A pesar de todo sigue teniendo buena imagen, es famoso y consigue ganar suficiente dinero lejos de sus acreedores como para mantener un nivel de vida de drogas, sexo, alcohol y mucha, mucha fiesta. OJ está completamente perdido, su imagen de Elvis negro es apoteósica. Sin embargo cada vez consigue menos dar la imagen de buen tipo y termina montando en un hotel de las Vegas un plan para recuperar las pertenencias que según él le han robado durante años. Por desgracia todo sale mal y es arrestado por diferentes tentativas de secuestro, robo… ¿Resultado? De nuevo sorprendente, una jueza del estado de Nevada que llega sonriendo y que da sorbos de café antes de dar el veredicto: Lo condena a casi diez penas distintas que suman prácticamente una cadena perpetua. Increíble pero cierto: De nuevo se había hecho justicia con un veredicto injusto. OJ merecía estar entre rejas, pero no por lo que sucedió en Las Vegas.

No hace ni veinticuatro horas que terminé de ver la serie y mi sensación de desazón continúa intacta y con un par de cosas claras: Estados Unidos es un país enfermo con problemas MUY jodidos. Y OJ es un montón de mierda que merece estar entre rejas. Porque, no lo he contado, pero… sí, finalmente el documental demuestra que OJ fue el hijo de puta que cometió los asesinatos.



  

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pedazo de artículo Javi. Eso sí. Pon un spolier alert.