martes, 24 de mayo de 2016

"He matado al ángel" de Pájaro: La vida es arte.



La vida es arte. Cada recoveco de la existencia desprende pequeñas dosis de poesía creadora, de manera que en cada uno de nosotros está decidir si pasar de lado o detenerte a observarla y, una vez observada, plasmarla en tu propio lienzo. La vida es arte, cada minuto que tenemos encierra todo tipo de sensaciones: belleza/fealdad, soledad/compañía, tristeza/alegría... y si la vida es arte, el arte es observar el efecto del vivir en ti mismo, hacer que fluya y dejarte llevar por ese proceso casi onírico.

Y qué quiero decir con esto… Pues que la música de Pájaro representa el arte de la vida, su música desprende vida, vida por los cuatro costados. Si por algo no se puede criticar su música (y pocas cosas creo que se le podría criticar, en realidad) es de que no sea música caliente, que exhume sangre, sudor, sentimiento, rebosante pasión. Pájaro te desborda, como la propia existencia, se te mete en las arterias y no te deja, te lleva, te trae, te hace sentir. Y de qué manera.

Si con “Santa Leone” nos dejó exhaustos a todos nosotros, rockeros de vieja escuela anglosajona, con su espíritu libre, que es rockero y sevillano, blusero y trianero… su segundo disco, “He matado al ángel” la afrenta músico-artística-pasional del sevillano no decae. Al contrario, Pájaro ha conseguido que el trayecto iniciado con maestría en su primer trabajo continúe con la misma intensidad y belleza, el mismo lienzo regado de infinitos matices donde la personalidad y el aliento de Andrés (todos de pie, el maestro acaba de entrar en la sala) se intuye en cada surco, en cada segundo de sus canciones.

No mentiré, la primera vez que escuché su single adelanto “Guarda Che Luna” me quedé frío, pero... Ah… el arte, la música… ¡la música! La de verdad te llega a susurros, casi sin darte cuenta… se te mete bajo la piel y de repente… te ha llegado profundo. Ahora no puedo dejar de escuchar la canción, la tristeza puede ser tan bella como dolorosa. Las canciones de Pájaro son como cuadros (no es casualidad que su música sea calificada de “cinematográfica”), si te fijas, allá hacia donde mires, habrá un color, un detalle que es magia pura. Esa guitarra a veces fronteriza, a veces tierna, flamenca, latina o negra va dando pinceladas precisas en composiciones que son todas pequeñas obras maestras. Cerrad los ojos y escuchad “Viene Con Mei” y decidme si no os trasladáis a otro mundo, a otra época. En “El Pudridero” suena arrolladora, en “Sudeck man” (con Guadalupe Plata) psicodélica, con "El condenado" te arranca las entrañas o en “Costa Ballenaes surf 60’s... Y es que el catálogo de sonidos de Pájaro es extenso hasta la extenuación.

Demasiadas cosas, demasiadas sensaciones recogidas en este puñado de canciones como para resumirlas en unas pocas frases. Como la vida, que no se puede expresar con palabras: La vida hay que vivirla… como el arte… como la música de Pájaro.


  

viernes, 13 de mayo de 2016

The Stone Roses... are back!!!


No nos engañemos, la vida apesta, es una puta mierda infecta. Te pasas toda la vida intentando ser mejor de lo que la naturaleza te ha hecho, te partes la espalda esforzándote para llegar a no se sabe muy bien dónde, aunque por norma no sueles alcanzarlo, básicamente porque ese punto de llegada no existe. Pasan los años y no dejas de pensar en ello, ya lo dijo Kurt: Life sucks and then you die. Sí, amigos, la vida es una puta mierda y lo sabes. Peeeeeeeeeeeeeeeeero...

...pero amigos, yo me pregunto, ¿qué hace que esto no sea un infierno?: Las pequeñas alegrías, los pequeños momentos de goce extremo que unidos entre sí consiguen que olvides que no llegas a fin de mes, que tus compañeros de trabajo no te saludan, que la espalda te está matando... De repente tu hija te da un beso y te dice que te quiere... Hace una mañana fantástica... Has ido al cine a ver una pelí cojonuda... O The Stone Roses publican el adelanto de su nuevo disco (tercero!!!!) y escuchar ese "All for one" te deja con esa sonrisa boba del que piensa que todo tiene sentido por un momento, que la vida es felicidad y que TODO tiene, en efecto, sentido.

Porque una banda que saca disco por década, lo ha vuelto a hacer. Ha sido poner esta canción y juntarse las sensaciones que me acompañan desde que escuché la voz de Ian Brown hace... 25 años??? Una de las bandas fundamentales en mi vida, sin duda. Y la canción? Joder, temazo, brillante, luminoso, alegre... Para qué quieres más????

La vida...a veces... puede ser jodidamente maravillosa.

 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Crónica del concierto de ACDC en Sevilla, por Tall Cool Jesse.

Imagen de www.elcorreo.com
Hace ya bastante tiempo que cada nueva gira de AC/DC supone un acontecimiento de alcance nacional. Lejos quedan los días en que la banda, a su paso por España, ofrecía conciertos en recintos medianos. Hubo un antes y un después para AC/DC a comienzos de este siglo. Pasaron, merced a diversas estrategias de marketing, a convertirse en una banda de masas. Tuve la oportunidad de verles en directo en el antiguo Palacio de Deportes de Madrid. Corría el año 2001 y la popularidad de la banda liderada por Angus Young tocaba lo que creíamos que era el techo de cualquier banda de hard rock. Llenar un estadio de futbol, en aquellos días, era algo reservado a artistas globales de la talla de Springsteen o los Stones. Sin embargo, a esa nómina de revienta recintos se añadieron Angus y sus chicos en la siguiente gira. Se produjo cierto hype mediático en su primera visita al Vicente Calderón, y desde entonces, sus visitas a su país se saldan con grandes titulares y mucha atención por parte de los grandes medios. En estas circunstancias, los que pudimos ver a la banda en recintos menores, respirábamos aliviados al haber podido disfrutarlos en una distancia más corta.       
 
Nunca me planteé viajar para ver a unos AC/DC en un recinto “big-size”. No fui a verlos en su anterior gira, y tampoco tenía pensado hacerlo en la actual. Sin embargo, una circunstancia impensable tan solo hace unos meses dio al traste con mi veto a acudir a este tipo de shows. El mismo día que se anunció que Axl Rose tomaría el testigo de Brian Johnson, comencé a mover hilos para preparar mi peregrinaje a Sevilla. La concurrencia del pelirrojo cantante de Guns N´Roses, como intuíamos, generó una masiva polémica entre los seguidores del rock. Mi posición fue clara: un Axl Rose en forma encajaría como un guante en el puesto de voceras de AC/DC. Lógicamente, la apuesta era una moneda al aire. Axl no es lo que podemos denominar una persona constante y fiable. Ha pegado más de un petardazo desde que los Guns dejaron de ser los Guns, para convertirse en la Axl Rose Band. Sin embargo, soy de los que piensan que hay tipos que, a pesar de sus pecados, merecen el eterno perdón; una persona del calibre de Axl, voz definitiva del rock de finales del siglo XX merecía al menos la atención debida. Se cruzaron apuestas. Va a ser un desastre; va a ser la hostia. Reconozco que, ante el trato que muchos supuestos fans de la buena música han dispensado al cantante de Lafayette, mi adhesión a la causa fue endureciéndose. Día tras día, desde el anuncio del retorno de Slash y Duff al seno de su banda matriz, y coincidiendo con los primeros rumores del nuevo trabajo de Axl a tiempo parcial, la expectación en torno al actual estado de forma del cantante fue creciendo, alimentando miles de comentarios en las redes sociales. La confirmación final vino a echar aun más leña al fuego.
 
El primer concierto de esta manga de la gira, en Lisboa, confirmaba el buen estado vocal de Axl Rose, mostrado ya en los shows del mes anterior con su banda de toda la vida. Se produjo un hecho curioso días antes del concierto de Sevilla:  ida y venida de entradas, que pasaban de manos de indignados con la inclusión de Axl a manos de aquellos que queríamos vivir algo histórico. Y para allá que nos fuimos.
 
Llegamos al inmenso Estadio de La Cartuja con el tiempo justo para pillar un sitio razonablemente cerca del escenario. Descontando que había una zona de acceso vip que ocupaba las primeras filas, podemos decir que llegamos tan lejos como pudimos, a pocos metros de las vallas de separación. El concierto se inició a las 21:50 de la noche, con el recinto prácticamente lleno, unas 60.000 personas. Con una intro animada en la que un meteorito acedeciano estalla sobre la tierra, se inició un concierto de dos horas en el que AC/DC repasaron, como siempre, temas legendarios de su repertorio, trufados con algunos hits más recientes. Ya en el primer tema comprobamos el buen estado vocal de Axl. El sonido fue bastante bueno en general, la voz de Axl sonaba bien. A la batería teníamos de nuevo a Chris Slade ocupando el mismo puesto en el que estuvo temporalmente hace casi treinta años, tal vez menos dinámico que en aquellos días pero igualmente efectivo. La ausencia de Malcolm, como sabemos, la suple otro miembro de la familia Young,  Stevie. Eché de menos más fuerza en su guitarra, muy mermada en la mezcla que pudimos oír. Al bajo sigue Cliff Williams, con su papel de hombre tranquilo acompañando a la banda desde su discreto pero necesario segundo plano. Lógicamente, el protagonismo del show, donde estaban puestos todos los ojos, lo compartieron Angus (líder natural de la banda, y la razón de que puedan seguir defendiendo su nombre), y Axl. Angus, como siempre, nos ofreció su repertorio de saltos, pasos de ganso y idas y venidas a lo largo del escenario, y sobre las dos plataformas habilitadas para su lucimiento.
 
Y Axl…bueno, Axl actuó sentado por su lesión- Fantaseé durante un rato con la posibilidad de que en algún momento se levantara de la silla y esta fuera machacada a guitarrazos por Angus; intentaré hacerles llegar la idea, la considero buena. Es raro ver a Axl ahí, casi sin poder moverse. Pero joder, cantó muy bien, especialmente cuando más exigido estuvo. Se pueden discutir muchas cosas sobre su figura, pero al menos ayer quedaron dos cosas claras: Uno, ha recuperado en buena medida sus cualidades vocales. Dos, nadie puede negar su compromiso y profesionalidad hacia su nuevo empleo. No fue el Axl divo, no fue el Axl borde, fue un Axl que se mostró enormemente respetuoso con el legado que vino a defender. Ese es un hecho que ni sus detractores podrán negar.
 
El repertorio, como digo, es más o menos el que cabe esperar; una banda con tantos discos y tan buenas canciones a sus espaldas siempre deja cosas en el tintero, pero no se puede negar que casi todo lo que tocaron nos supo a gloria. Me quedo especialmente con sus clásicos más lejanos en el tiempo (“Back in black”, “Givin the dog a bone”, “Shoot to thrill”, “RnR Damnation”, “Sin city”, “Whole lotta Rosie”, etc), aunque los temas punteros de sus últimos discos no desentonan, algunos como “Rock and Roll Train” se han convertido ya en clásicos coreados por el público. Como es habitual, el tramo final del show llegó con el consabido “Let it be rock”, momento habitual de exhibición de Angus Young. Para los bises quedaron la coreada “Highway to hell”, los cañonazos de “For those about to rock” y un tema que recuperan en esta gira, que para mí es un gran concert opener pero que ellos usan como final explosivo: “Riff Raff”. En definitiva, fue lo mejor que se puede esperar a día de hoy de una banda legendaria, que musicalmente sigue dando la talla en directo, y que, con la intención de cerrar su plan de gira, han tirado de alguien que es cualquier cosa menos un don-nadie en el negocio. Habrá gente que le pueda poner mil pero a la apuesta, pero si lo que cuenta es el resultado, los actuales AC/DC no son ni mejores ni peores que los que vinieron en las dos últimas giras. Es lo que hay.

Tall Cool Jesse