jueves, 8 de junio de 2017

“Los Guns n’ Roses casi-de-verdad del siglo XXI dejan un muy buen sabor de boca”, por Tall Cool Jesse.


Un domingo soleado madrileño, de esos que uno comienza con paseo por el Rastro, vermú y ración de oreja a la plancha en ristre, era el escenario perfecto para la catarsis músico-futbolera de miles de personas que se daban cita en la Villa y Corte. Unos, para celebrar un triunfo europeo, otros para asistir a un momento musical muy esperado desde hace dos décadas. En mi caso ambas fueron ambas razones las que me hicieron desplazarme a la capital. Un fin de semana muy completo, sin duda. No lo olvidaré en mi vida.


Ciñéndonos a lo que aquí nos ocupa, y con la intención de ir directo al grano (dando por hecho que el lector conoce los antecedentes de la banda en cuestión, sus comienzos salvajes, sus idas y venidas, luchas de egos, desplantes y demás), analicemos qué dio de sí un show que se presentaba como acontecimiento histórico. La añorada reunión de una parte fundamental del núcleo duro de los angelinos, deseada y denostada a partes iguales por fans y haters, resultó, bajo mi humilde punto de vista, un notable repaso a un cancionero sólido como la roca. Tres horas de concierto en un Calderón prácticamente lleno hasta la bandera, que ya mostraba buen aspecto ante los insustanciales aperitivos ofrecidos por los teloneros, aun a pleno sol y con la gente nerviosa esperando el momento que muchos llevaban años poder ver. Así, a las 21:15, con una puntualidad que a algunos incluso nos molestó (risas), una intro que me recordó bastante a las que usan últimamente AC/DC (cartoons con efectos 3D) nos transportaba a los años de “Appetite for destruction”, con las inicales “It´s so easy” y “Mr. Brownstone”. Buena elección para comenzar, aunque con un sonido bastante apagado en la parte trasera del recinto. Buscando mejor ubicación, nos desplazamos a las primeras filas, donde el sonido mejoraba bastante. No tanto así la voz de un Axl que salió frío. Es absurdo entrar ahora a destacar que Axl ya no es el que era. Es algo conocido por todos, recurre al falsetto para alcanzar notas que ya no puede modular a garganta abierta. A lo largo de la noche, el estado de sus cuerdas mejoraría bastante. Hablando de cuerdas, las cuatro del bajo de Duff eran otro elemento muy esperado por los die hard fans de la banda. Un tipo con actitud y carisma a prueba de bombas. Él y Slash tendrán sus razones (crematísticas seguramente) para volver a acompañar al pelirrojo de Lafayette, pero su presencia es fundamental para elevar la experiencia GNR por encima de ocasiones anteriores, en las que la Axl Rose Band pisó nuestro país rodeado por solventes mercenarios.

Slash, Slash… Poco se puede decir de él que no esté ya dicho. Serio, sobrio, pertrechado con sus sunglasses bajo la mítica chistera. Apenas interactuó con Axl, pero nadie puede decir que no nos dejara boquiabiertos, incluso arrancando riffs de temas no ya menores, sino directamente prescindibles como “Chinese democracy” o “Better”. Tal vez, los puntos flacos del concierto fueron esos veinte minutos de temas de la carrera en solitario de Axl. Al resto del repertorio pocos peros se le pueden poner: Nueve temas de “Appetite”, buena parte de los “Illusions”, asumiendo riesgos con “Estranged” y “Coma”, que sonaron a gloria a pesar, insisto, del estado vocal de Axl. Duff tuvo protagonismo con “Attitude”, que fue un auténtico cañonazo, tal vez mi momento favorito del concierto. Slash por su lado nos dejaba boquiabiertos con un guiño a Chuck Berry que enlazaba con el solo de “El Padrino”. Este tío es simplemente el guitarrista perfecto, con las dosis justas de virtuosismo y feeling, algo que no es sencillo de equilibrar.

Cubriendo dignamente las espaldas, tanto Richard Fortus como Fran Ferrer consiguieron que no echáramos demasiado de menos a Gilby y Sorum. Aunque claro, nuestro sueño es poder ver algún día ahí subidos a Stradlin y a Adler. En definitiva un notable concierto, con un público entregado (no había tanto oportunista como se cuenta) que coreó cada letra de cada himno como yo nunca había visto. Y el final, sin duda emocionante con “Patience”, la cual yo no esperaba que tocasen con los arreglos muy fieles a la versión de “Lies”. Con eso, y con la versión de “The seeker” y la apoteosis pirotécnico final de “Paradise city”, los Guns casi-de-verdad del siglo XXI remataron un concierto que si bien no fue perfecto, nos dejó un muy buen sabor de boca, una amplia sonrisa en la cara, y un cierto poso de nostalgia por haber vivido tantos años al cobijo de las canciones y las historias de esta banda. Si mañana tuviera la oportunidad de repetir, sin duda lo haría.

Lo mejor: Slash, Duff, y el mejor público que yo he visto jamás en un concierto.

Lo peor: Los temas de Chinese democracy. El acceso con decenas de colas sin sentido. El ratio de urinarios por persona (¡). Sonido deficiente de medio campo hacia atrás.



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